lunes, 3 de septiembre de 2012

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Palabras rotas por el ACV y de las otras…

 La modelo Mónica Perdomo quien sufriera un accidente cerebrovascular fue centro de atención a partir de un episodio sucedido durante un programa televisivo en donde se habría puesto de manifiesto “cual espejo”; todo tipo de especulación injusta sobre los avances obtenidos por la modelo, tal vez por miedo, desconocimiento o falta de aceptación de una realidad que es de “otro”, por parte de uno o más de los entrevistadores presentes, pero centralizados en una en particular.

También se vio que esto generó y con razón reacciones de desagrado en otros programas y en otras personas y que a priori esto nos hablaría de una audiencia que habría llegado a una especie de claridad y discernimiento sobre lo que la televisión ofrecería; la cual en ocasiones no deja de ser una fábrica de shows, aún en circunstancias delicadas y difíciles.

La palabra show significa mostrar y esa parece la función principal de la tele, mostrar y “vender” lo que muestra.

Entre las reacciones "interesantes" rescaté y recorté la de otra modelo Araceli González quien dijo algo como: “esto me generó angustia, no quiere ver en la televisión que a un ser humano se lo ataque físicamente, ni con las palabras” y agregó: “Yo lo vi por la tele y me asustó, hay un límite y son las enfermedades/debe ser castigado de la misma manera”.

Entonces es importante en principio que la gente se haya dado cuenta de esta situación y haya reaccionado, ahora faltaría el análisis en profundidad para que no se reitere y ese sería el verdadero “castigo” a la ignorancia: el de la educación, el conocimiento, la memoria, no sólo la que resulta afectada por el ACV.

¿Porqué elegi las  palabras de Araceli? Porqué esa misma sensación que ella describe que sintió es la que yo sentí cuando vi su participación en aquella olvidable publicidad sobre la vacuna contra el cáncer de cuello de útero donde ella tal vez sin conocimiento del producto participó generosamente.

Esa sensación fue la de muchos argentinos que al día siguiente abordaron los hospitales en masa porqué no sabían que esa vacuna costaba entre 1000 y 3000 pesos, que preferentemente era para personas que no hubiesen tenido relaciones sexuales y que atacaría a sólo 2 de las cien cepas que producirían el HPV, pero a un precio inaccesible para la mayoría.

Esa sensación se convirtió en dolor cuando por decir esta verdad en una carta de lectores, alguna institución que estaría para prevenir el cáncer no sólo con la vacuna sino para contener y demás; se sintió ofendida junto a otras que se solidarizaron haciendo un silencio censor sobre mi trabajo, libros, videos, charlas y presentaciones de prevención que venía llevando a cabo gratuitamente a nivel nacional y hasta internacional en una causa que me es propia como la del cáncer de mama.

Al igual que Perdomo, he estado paralítica por la metástasis, sin trabajo y mi actividad me ayudaba a sentirme útil a la sociedad que junto la devolución recibida por la gente era un motor que empujábamos entre todos.

Inclusive el marco que Araceli eligió para emitir esta opinión tan contundente fue el de un desfile rosa con ropas carísimas de ese color porqué sería el que identifica a las mujeres con cáncer de mama, aunque nobleza obliga, este tipo de cáncer también afecte a los hombres en un 15% en relación a las mujeres.

Como epílogo, estoy de acuerdo con Araceli en los dos primeros párrafos, pero no con el último en el cual habla de castigos y de pagar de la misma manera. Con respecto a ésto le contestaría con el título de mi anterior carta de lectores: ¿En salud es mejor vender que educar?

La salud es más que show televisivo con opiniones emitidas por personas con desconocimiento y/o que ponen en duda a las personas que pelean día a día por su recuperación y que tienen como meta el mejorar o al menos retroceder jamás.

Sería bueno que médicos especialistas, sociedades médicas que se dedican al periodismo y/o médicos que las integran y/o dan cátedras en sus instituciones al respecto tuvieran más presencia en estos temas y esclarecieran tantas dudas que van quedando tanto en este tema como en el anterior, o en otros y que lo hicieran en momentos oportunos como éste para aportar a la construcción del conocimiento y la prevención.

Por último para “castigar” a la ignorancia reitero, la educación, el conocimiento y la memoria son excelentes herramientas no para castigar, dañar, especular, censurar y destruír, sino simplemente para profundizar, construír, para que sea mejor educar que vender, prevenir que curar y para que todos seamos iguales cuando se apaga la cámara.